lunes, 30 de agosto de 2010

Aventura sobre ruedas

Llegó el fin de semana y quería aprovecharlo para salir a pasear, distraerme un poco e inspirarme para escribir algo, al comienzo no tenía idea a dónde ir, ni qué carro tomar, pero luego decidí ir al Callao, ya que es un distrito que he visitado muy poco y el desafío era ir a un lugar desconocido y ver cosas nuevas para tener de que escribir. Era alrededor de las cuatro y media de la tarde cuando decidí salir de mi domicilio para conocer más la ciudad de Lima. Al cruzar la pista, me llamaron al celular, por lo que crucé distraída y estuve a punto de ser atropellada por un station wagon de color blanco, si no hubiera sido por mi prima que me sostuvo del brazo, quizás no estaría aquí. Cuando estuve en el microbus que me llevaría a Miraflores, tuve la sensación de que me olvidaba de algo, el carro ya había avanzado una cuadra, revisé mi bolso para buscar mi billetera y no la encontré por lo que tuve que bajarme para regresar a mi casa, al mirar el reloj eran las cinco de la tarde.

Al subir a otro carro, tras los empujones de la gente y los gritos ensordecedores del cobrador, encontré el único asiento vacío, que estaba detrás del chofer. Cuando miré por la ventana me di cuenta de que esta, estaba cubierta por un plástico negro que me impedía la visión, por lo que tuve que mirar hacia delante la mayor parte del viaje. Al llegar a Barranco, dos jóvenes en monociclo comenzaron a hacer malabares, era tal la maestría de estos que parecía que eran parte de un circo.
Durante el viaje, me vi obligada a escuchar la desagradable música que suelen poner en este tipo de transporte, que era una mezcla de música vernacular con cumbia, ya que el conductor se las ingeniaba para manejar a toda velocidad y cambiar el dial de la radio al mismo tiempo. Larcomar, como siempre estaba abarrotada de turistas, de los cuales una de ellas llamó mi atención por el increíble parecido que tenía con la millonaria Paris Hilton.

En el Óvalo de Miraflores, tomé el otro vehículo que me llevaría al distrito del Callao, el cual era muy pequeño e incómodo, ya que viajé parada todo el recorrido. En estas circunstancias, dos señoras cada una con tres hijos, se pelearon e insultaron por un asiento. Al pasar por la avenida Salaverry y Sánchez Carrión, conocí el “Paseo de las banderas”, en ese momento subió al carro, un individuo de sexo indefinido, ya que tenía cara de hombre y un irreal cuerpo de mujer.

Al pasar por Plaza San Miguel pude observar que estaba saturada de gente. En el cruce de la avenida La Marina con la avenida Faucett, había un parque en el que se encontraban tres parejas de novios, recién casados, tomándose fotos al pie de la estatua de un ángel. Al llegar a la avenida Colonial, ya habían transcurrido alrededor de dos horas, y me encontraba cerca al novedoso Mall Aventura Plaza, así que decidí bajarme para conocerlo. Cuando lo hice, un sujeto morboso se propasó y trató de tocarme sin mi consentimiento en una parte muy íntima de mi persona. Lo cual aceleró mi paso y me dejó aturdida. Realmente fue toda una aventura sobre ruedas, pero lo más irónico es que este tipo de cosas te pueden pasar en cualquier momento, en esta loca ciudad.

1 comentario:

  1. jajaja esas son cosas de la vida diaria Anita, pero lograste conocer un poco más de Lima. Para la proxima asegurate de ir con un articulo de defensa personal (un palo de baseball).

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